CRISIS INSTITUCIONAL

En estos tiempos los dominicanos y dominicanas tenemos motivos de preocupación, pero también de esperanza. La preocupación viene por el hecho de que a diario se observan signos desalentadores que llevan intranquilidad a los hogares del país. Se observa con frecuencia que  los delincuentes tienen menos temor de cometer algún tipo de fechoría a la luz del día, que cada vez son más frecuentes las muertes derivadas de asaltos a negocios o personas. Muchas veces por un simple celular o unos tenis viejos, alguien pierde la vida a mano de delincuentes.

Otras veces es la droga la causante de los problemas. Y en esta materia los límites de su presencia son cada vez más amplios y tocan a los organismos encargados por la sociedad para combatirlos. En otros casos es la familia que involucra a los más pequeños en esta actividad. Recientemente escuché en un programa de televisión local que una joven madre, de apenas 18 años, fue a la cárcel de Rafey a visitar un preso. Como es la rutina en estos casos, fue revisada. Un niño que le acompañaba pidió a los encargados de la seguridad que lo revisaran también, que él tenía la droga. Efectivamente, él tenía la supuesta droga. Y esto señores es desgarrador, nuestras familias se deterioran económica y moralmente, los límites entre el bien y el mal son cada vez más difusos para una parte creciente de nuestros conciudadanos.

La pérdida de valores no solo atañe a la familia, sino también a las instituciones. Los casos de Paya, Bonao, Puerto Plata y San Cristóbal ilustran el deterioro de una parte importante de los organismos de seguridad del Estado y  también de la justicia que ha tenido un comportamiento complaciente, a pesar de los expedientes que la propia Policía Nacional ha puesto en sus  manos. Pero estos no son los únicos casos en que la justicia no ha actuado en función de las importantes reformas que se han introducido en el Poder Judicial. A diario se publican quejas de ciudadanos que alegan la falta de rigor en la aplicación  de los procedimientos establecidos, creando con ello la sensación de que la justicia no funciona, o más bien que se acomoda a intereses establecidos.

Y es obvio que la democracia como sistema político se fundamenta en el principio de la separación de los poderes y el poder judicial es la garantía del óptimo funcionamiento de los demás poderes. En la democracia,  es indispensable un régimen de sanción  que funcione adecuadamente a cargo de jueces probos, bien capacitados y dispuestos a hacer cumplir la ley sin discriminación, pero sin contemplaciones. La justicia debe estar en condiciones de aplicar la ley tanto a los más altos funcionarios del Estado como a los más humildes ciudadanos. Es la única forma de terminar con la impunidad  que prima hoy día, sobre todo en lo que se refiere a la no sanción  de los actos de corrupción que se denuncian con frecuencia en los medios de comunicación.

La Policía  Nacional y la justicia deben trabajar en estrecha colaboración. Son frecuentes los casos de expedientes que instrumenta la policía que no prosperan en el ámbito judicial y nosotros los ciudadanos que confiamos en el trabajo de ambas instituciones, nos encontramos indefensos ante la delincuencia no sancionada por la ley. Es obvio que la acción de muchos ciudadanos que hastiados de esta situación se toman el derecho de sancionar por si mismo a los delincuentes a través de linchamientos, tiene su origen en la percepción de que la justicia no funciona. Y esta percepción le hace mucho daño a la democracia y a sus instituciones representativas.

La esperanza en este desalentador panorama lo representa la reforma constitucional que en estos momentos lleva a cabo la Asamblea Nacional. La Constitución que resulte de este proceso debe tener como prioridad el fortalecimiento de la justicia, haciéndola más fuerte e independiente y, por lo tanto, haciendo que la misma sea el garante de las instituciones democráticas.

En este sentido, los reformadores deben tener la valentía de  eliminar la reelección presidencia en dos períodos consecutivos. La reelección ha sido muy dañina para el país. Un presidente que se reelige tiene la tentación de hacer uso de los fondos públicos para su propia causa. Este tipo de ejemplo lo tenemos en cada caso en  que el presidente ha optado por un nuevo mandato desde el poder, lo cual crea una gran desigualdad en la carrera presidencial en beneficio del candidato- presidente.  La no reelección fortalece a las instituciones democráticas.

Los constituyentes deben  poner su poner su interés reformador en lo que más le conviene a la sociedad. Si prima el interés de la mayoría, con seguridad la reelección consecutiva será eliminada de nuestra Carta Magna, debido a los traumas que causa a las instituciones.

En una sociedad democrática, y por ende, participativa, es importante que todos los ciudadanos tengan una idea clara de hacia donde ir, hacia donde se orienta el esfuerzo nacional representado en la priorización de las inversiones públicas. Es por ello que en la reforma constitucional se debe introducir el gasto social como una de esas preocupaciones fundamentales. No es posible que en pleno siglo XXI el sector educativo nacional reciba uno de los porcentajes del PIB más bajos de América Latina y el Caribe, que en todas las mediciones que se hacen, relativas a calidad de la educación, corrupción administrativa, despilfarro de recursos públicos, etc.,  el país se ubique en los últimos lugares.

Por eso nos han calificado como una nación fallida. Pero quién ha fallado?, ha fallado la sociedad en su conjunto o han fallado nuestros políticos y gobernantes?  Pienso, al igual que ustedes, que el fallo ha estado en la clase política que no ha sabido representar el interés de la colectividad. Por ejemplo, Santiago tiene una Plan de Desarrollo en donde se establecen las prioridades en los diferentes sectores económicos y sociales. Por su lado el Presidente tiene sus propias prioridades, incluyendo un tren hasta Santo Domingo. Este medio de transporte no está considerado en las prioridades de Santiago.

Nuestra cultura democrática debe cambiar. Debemos como país ser más solidarios y más preocupados por las necesidades de la mayoría. Nuestro accionar como nación debe estar orientada a que todos los habitantes del país reciban una educación de calidad, a que todos tengan la posibilidad de  obtener una vivienda digna, a que todos tengan garantizada la salud y una pensión justa cuando le toque la oportunidad del retiro laboral, a que todos puedan transitar por calles y carreteras debidamente asfaltadas, que sea innecesario hacer una protesta para que a nuestras casa llegue el agua potable. También, el derecho  a vivir en paz, sin las preocupaciones cotidianas de sufrir un secuestro, o ser atracado al llegar a la casa, a recibir la protección de los organismos del Estado que tienen a su cargo la seguridad ciudadana y no temerles como ocurre en la actualidad.

Graduandos y graduandas:

A ustedes les toca poner su grano de arena para construir una sociedad mejor. Como profesionales siempre tengan presente actuar en base a los principios de la ética y la moral. Fortalezcan con su accionar los valores de la cultura nacional y actúen siempre apegados a las buenas causas del país, defendiendo siempre el interés nacional. Seremos un mejor país en la medida en que cada uno de nosotros pone, en cada momento de su viva, el interés colectivo por encima del personal.

Ustedes disponen de una formación universitaria y entran por ello a un exclusivo grupo de dominicanos que han logrado esa meta. Por ello, deben poner al servicio de la mayoría los conocimientos alcanzados, para que nuestra sociedad sea mejor y más justa y siempre deben luchar para que sus hijos y los demás habitantes de estas tierras logren el sueño que ustedes han logrado: ser un profesional digno al servicio de los demás.

Pero no olviden seguir estudiando. En la sociedad en que vivimos, los conocimientos perimen muy rápido, de hecho se considera que cada cinco años es necesario reacreditar los conocimientos. La educación continuada y de postgrado ayuda a renovar los saberes y el éxito de ustedes estará condicionado a la cantidad y actualidad de los conocimientos disponibles.



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